Cuando la capacidad visual se ve reducida desde el nacimiento, es necesario centrarse en otras áreas para lograr un correcto desarrollo.
La manera que tenemos de relacionarnos con el mundo es la visión, por lo que, si el recién nacido tiene problemas visuales, su capacidad de relación con el entorno y de aprendizaje se verá reducida. Estos niños necesitan desarrollar mucho más el resto de vías sensoriales (el tacto, el gusto, el olfato y el oído) para así suplir la información sensorial que provendría de la vía visual.
Para que haya un correcto desarrollo madurativo, es necesario tener un buen entorno familiar y, en el caso de niños con discapacidad visual, este entorno y la relación familiar se vuelve de mayor importancia. Los padres y el resto de la familia serán aquellos que les proporcionen al niño la estimulación necesaria para conocer el mundo que le rodea.
La estimulación en niños con discapacidad visual se debe concentrar en 4 áreas: psicomotora, lenguaje, cognitiva y socio-emocional.
La parte psicomotora es imprescindible para lograr que el niño se relacione y se mueva correctamente por el entorno. Aprender a moverse y relacionarse con el mundo hará que en un futuro sea mucho más independiente y viva una vida más plena. Es necesario empezar por construir un mapa mental correcto de su cuerpo, realizando estimulación táctil y con movimiento. La manera de hacerlo es tener mucho contacto con la madre o el padre, siendo tocado y querido y, además, será imprescindible que sea porteado para una mejor estimulación vestibular.
Será necesario que los padres le acompañen en el desarrollo de la psicomotricidad, ya que tendrán que guiarle, mostrarle objetos y enseñarle a desplazarse por el entorno. La visión hace que los niños tengan un mayor interés por el mundo y las cosas que le rodean, lo que hace que sean curiosos y no paren de moverse y de explorar. Los niños con discapacidad visual, al no tener esa curiosidad visual, presentarán habitualmente un desarrollo motor más lento y evolucionarán más despacio, teniendo mayores problemas en la coordinación corporal y les será más difícil desplazarse y orientarse en el entorno.
El lenguaje se desarrollará de la misma manera que en niños sin discapacidad visual pero será un lenguaje más centrado en sí mismo y en acciones que en conceptos genéricos. La ayuda de los padres será, de nuevo, imprescindible a la hora de hacer que el niño se relacione con objetos de su entorno y, mediante el tacto, reconocerlos y relacionarlos con el lenguaje.
Si el niño no es completamente ciego, sino que tiene un resto visual, habrá que estimular esa parte de la visión para hacer que su desarrollo sea más completo. La visión es una habilidad que puede ser entrenada y estimulada. Aunque los niños reciban poca cantidad de información visual y sea incompleta o distorsionada, si la relacionan con otros sentidos, como el oído o el tacto, le ayudará a su desarrollo cognitivo.
La estimulación visual y del resto de sentidos será trabajo de los familiares y del equipo de profesionales que traten con el niño. El trabajo el conjunto del oftalmólogo, optometrista, profesores, terapeutas y familiares hará que el desarrollo del niño con discapacidad visual sea lo más correcto posible para que tenga una vida plena e independiente.